¿CÓMO
HABLA EL VENEZOLANO?.
Con frecuencia
en las conversaciones entre personas que de una u otra forma tienen que
trabajar con el lenguaje, asoma la pregunta, ¿el venezolano habla bien o mal?. Además
de una justa preocupación, dicha interrogante revela que existe un problema que
ha sido planteado desde distintos ángulos y bajo la perspectiva de los más
diversos puntos de vista. En realidad la respuesta no es fácil, de inicio ésta
se encuentra con un planteamiento que enfrenta a la especulación con la
realidad. ¿El venezolano habla bien o mal con relación a qué?, ¿en base a qué
argumentos se puede definir ese hablar bien o mal?. Si el problema lo manejamos
desde la necesidad de emitir juicios de valor, tenemos que precisar que una
cosa, situación, persona, idea, es buena o mala con respecto a un parámetro referencial
establecido con antelación. En el caso que nos ocupa, el venezolano habla bien porque
lo hace parecido o igual a un modelo y si habla mal es porque se aleja de ese modelo
sugerido. Entonces se hace presente la necesidad de saber cuál es el modelo que
deberíamos seguir los usuarios del castellano o del español que habitamos en
Venezuela.
¿Acaso es el
castellano que se habla en España?, ¿en qué lugar de España?. En España no se
habla de igual manera en todas partes, hay diferencias muy marcadas del uso del
idioma entre los hablantes de Andalucía, Extremadura, Madrid o Castilla, y más
marcadas aún son las diferencias con respecto a Cataluña y las provincias
gallegas y vascas donde además del idioma oficial castellano hay la presencia
de otras lenguas con gran desarrollo y arraigo popular. Incluso en el
Continente Americano dicho idioma se habla de manera diferente en cada país y
en cada región y localidad de esos países.
Dejando a un
lado el ámbito geográfico podemos optar por el cronológico donde se pueden
observar varios modelos de modos o maneras de hablar representados por grandes estudiosos
de la gramática, escritores, filósofos entre los que pudiéramos mencionar a Cervantes,
Ángel Rosemblat, Unamuno, Gonzalo de Berceo, Andrés Bello, Pedro Grases, el
Arcipreste de Hita, Nebrija, Emilio Alarcos Llorach, para definir como cuál de
ellos debemos o necesitamos hablar para que se perciba que hablamos bien. La
ubicación cronológica nos enfrenta a la realidad de que todo idioma cambia de
una región o localidad a otra y también de un tiempo a otro, de una época a
otra; ello se observa principalmente en el uso del lenguaje, ya sea cotidiano o
no, donde se evidencia que muchos giros o expresiones lingüísticas que hoy son
de uso corriente, antes no lo eran o no existían y muchas expresiones que en la
actualidad no se emplean, antes fueron de uso común pasando hoy día por
palabras usadas de manera incorrecta ya que hay lugares donde aún se conservan
como el caso de agora, ansina y vide en los pueblos del interior del país.
Es necesario
acotar que no sólo los vocablos cambian de un lugar y de un tiempo a otro,
también la sintaxis es susceptible de cambios y modificaciones aunque ello se evidencia
con más lentitud. Junto al vocabulario y la sintaxis está el aspecto ortografía
que también juega un importante papel sobre todo en el desarrollo del lenguaje
escrito. Pareciera que lo peor que le puede suceder a una persona que sabe leer
y escribir, más si es profesional, es tener errores ortográficos, pasar por
alto un error ortográfico es avalar el mal uso del lenguaje escrito y ello
redunda en la depreciación de la escritura y de la oralidad. La interrogante
¿el venezolano habla bien o mal? Es casi imposible de responder. Poseemos, como
integrantes de un país de habla hispana, con límites geográficos y tradiciones
propios, una manera particular de hablar el castellano (y de escribirlo) que
nos diferencia de otros hablantes del mismo idioma como los peruanos, los
paraguayos, los chilenos, los bolivianos, los argentinos y que hace que nuestra
particularidad en el uso del idioma castellano sea tan respetable como la de
ellos.
Podría decirse
que lo que hay que defender es la particularidad que cada colectivo tiene del
uso del idioma común, no para que no sufra cambios sino para que en el contexto
de esos cambios el idioma sea expresión del espíritu del pueblo que lo utiliza.
En dicha defensa, la escuela se ocuparía de enseñar la lengua según la norma de
cada pueblo pero haciendo siempre referencia a la lengua general involucrando
el uso en España y en el continente hispanoamericano y dando carácter cada vez
más formal al castellano de América ante el mundo.
Son millones los
hablantes de castellano (o español) en el mundo y la extensión geográfica
influenciada por el mismo es muy grande por lo que no puede existir un modelo único
a seguir, un modelo al cual deban adaptarse todos y cada uno de los usuarios
para demostrar quiénes lo hablan bien y quiénes mal. Por lo que se puede ver
que no es establecer que el venezolano habla bien o mal lo que importa. Los
venezolanos como todos los demás pueblos hispanoamericanos somos propietarios
de una forma particular de hablar el castellano y Andrés Bello en su Gramática
Castellana ya pregonaba la hipótesis de que los pueblos de América tenían igual
derecho que los pueblos de España a que se les “tolerasen sus accidentes y
divergencias” en la forma de utilizar la lengua común. Hay que reseñar que a
pesar de esos “accidentes y divergencias” todos los hispanoparlantes nos entendemos
real y perfectamente bien.
Claro está que
las particularidades en el uso de la lengua castellana por parte del venezolano
no pueden defenderse a ultranza y negar de tajo el hecho de que en nuestro colectivo
si hay gente que emplea de manera incorrecta e impropia el idioma; tampoco puede
negarse que el sistema educativo de la República Bolivariana de Venezuela tiene
fallas graves en lo que respecta a la enseñanza del idioma oficial nacional lo
que, entre otras cosas, no permite crear y fomentar en las personas una
conciencia de su lengua que les lleve a usarla basándose en los criterios de libertad,
eficacia y sentido creador para satisfacer sus necesidades expresivas y
comunicativas sin que dicha lengua sufra deterioro alguno. Esa necesidad de
expresión es cambiante y el ritmo de cambio es el mismo ritmo de cambio de la
sociedad en la que está inmerso el venezolano, es además, el ritmo de cambio
que deberá tener el lenguaje y que le ayudará en su progresiva adaptación a las
“novedades” y le permitirá continuar siendo el fundamental instrumento de
expresión y de comunicación que hasta ahora ha sido. Dichos cambios, dicha
adaptación, dichas “accidentales divergencias” necesariamente tienen que
hacerse considerando criterios, principios y usos o normas de la lengua
nacional de manera de no contribuir a la deformación de ésta a largo plazo ya
que seguramente perdería su fisonomía y daría origen, inevitablemente a un
idioma distinto, a una lengua diferente.
Sabemos que el
castellano tuvo su origen en un proceso similar, en un desprenderse del Latín y
eso no es lo objetable, lo criticable es que de pasar el castellano por un desprendimiento
tal se darían otros cambios a otros niveles como la ruptura de la unidad lingüística
que caracteriza al Continente Americano. Países hermanados por concepciones políticas,
económicas y sociales, por valores e intereses semejantes, verían entorpecidas
sus relaciones y desarrollo por la fragmentación del idioma y el castellano de
América, en el que además se fundamenta todo el sistema expresivo y
comunicacional del venezolano desaparecería, daría paso a otro instrumento de
expresión y comunicación distinto.
El pueblo
venezolano es quien habla y construye su idioma castellano, es quien con una
conciencia lingüística diáfana crea su propio modelo de o para hablar con lo
que pasa a constituirse en un elemento importante y hasta indispensable del
grupo de usuarios del castellano americano. ¿El venezolano habla bien o mal?.
El venezolano utiliza en sus construcciones lingüísticas duplicaciones,
redundancias, enclíticos, regionalismos y localismos, verbos regulares e
irregulares, artículos, preposiciones, sustantivos, adjetivos, reiteraciones, concordancia,
cohesión, derivados, préstamos, utiliza las reglas ya establecidas por la Real Academia
Española de la Lengua y tal vez de otras instituciones que tienen igual influencia
y significación y, utiliza algunos elementos no tan permitidos por la norma
pero que a pesar de eso complementan el uso lingüístico. En general, el
castellano (o español) es una lengua de gran expresividad y en Venezuela,
siendo una población muy expresiva que hace uso del lenguaje con todas las connotaciones
posibles. La variedad expresiva en el lenguaje de los venezolanos se puede observar
muy claramente en las palabras, frases, oraciones que convertidas en construcciones
lingüísticas dan fe de su alegría de vivir, de su historia, de su cultura.
La Ciencia de la
Lingüística contempla que la más rica fuente de creación y desarrollo de
cualquier lenguaje y en este caso, el castellano, es el pueblo ya que es él
quien a la larga impone la manera, el modo de decir las cosas, de hablar. En
Venezuela se habla bien el castellano con respecto a los criterios estatuidos
por los mismos venezolanos. Nuestro idioma es una forma de cultura y un
instrumento de creación y expresión de otras formas de cultura. Como forma de
cultura, el idioma que usamos es parte esencial de los rasgos específicos de
nuestro pueblo.
No podemos tener
un modelo con el cual comparar para definir si los venezolanos hablamos bien o
mal y eso a la larga no es importante. Lo que sí es importante es tener en cuenta
que nuestro idioma es un mestizaje que se evidencia en el hecho de que las tres
corrientes lingüísticas que van a formar lo que se conoce como el castellano
del venezolano eran ya para su momento producto de otras mezclas. El español de
los conquistadores no podía ser más mestizo, más impuro, producto de la mezcla,
sobre un rico y amplio corpus latino, de sustratos indígenas de antiquísimo
origen celtíbero, y de estratos muy diversos, de origen godo, visigodo,
germánico, árabe entre otros. Después ese español ya de por si tan abigarrado
recibe nuevos aportes de diversas lenguas indígenas de América, algunas bastante
relacionadas entre sí, pero otras de características y orígenes muy diversos. Y
poco después se introducen también elementos de varias lenguas africanas, que
como las indígenas pertenecían a grupos lingüísticos más o menos emparentados,
o eran completamente extraños entre sí. A todo ello habrán de añadirse más
tarde los elementos provenientes de diversas lenguas de inmigrantes, así como
también los que nos llegan por influencia, más o menos avasallante según los
casos y las épocas, de los idiomas de países que, en razón de los fenómenos de
dependencia e interdependencia económica y social, han influido sobre el
nuestro en diversos grados.
A fin de cuentas
tenemos que decir que la pregunta sigue en pie... ¿Cómo habla el venezolano?,
¿el venezolano habla bien o mal?
Tomado de: Prof. Dolores González.